Es judío... algo habrá hecho

¿Ha oído hablar alguien de un tal Ilan Halimi? Probablemente no, a no ser que consulte a diario los medios franceses, ya que para la Prensa patria, su caso no existe. Se trata de un judío de 23 años que fue secuestrado, torturado durante tres semanas y abandonado desnudo y esposado en una vía de tren cerca de París hace unos días. Murió de camino al hospital. Al parecer, esta brutalidad ha sido cometida por la banda de un tal Youssef Fofana, que ha sido detenido hoy en Costa de Marfil (eso sí que es poner pies en polvorosa, "a lo Roldán"). No está mal la historia, ¿no? Pues en España, ni una línea. Palidece comparar este caso, por ejemplo, con la cobertura que se dio a Jaled El Masri, un alemán de origen libanés que fue secuestrado por la CIA en Macedonia y torturado durante cinco meses en una cárcel de Kabul. Su historia fue ventilada a los cuatro vientos, no en vano era un pobre musulmán torturado por los yanquis, como todo el mundo sabe, el mayor peligro para la paz mundial. Pero, tate, que Ilan es judío y, por tanto, su muerte no debe extrañarnos. A fin de cuentas, aunque no sea culpable de nada, paga por los crímenes que a diario comete el Estado hebreo.

Menos mal que hay en Francia un político que se viste por los pies (el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy) y que llama a las cosas por su nombre (antisemitismo). Lo dijo ayer en la Asamblea Nacional. Sus argumentos fueron concisos, pero contundentes: el leit-motiv del secuestro fue "los judíos tienen dinero", un lema preñado de topicazos y odio racial.

En fin, si el torturado hubiera sido el tal Youssef, tendríamos el tema hasta en la sopa, con sesudos analistas hablando del fracaso del modelo francés, de los índices de desempleo y analfabetismo de los barrios musulmanes de Francia, de la intolerancia de la mayoría... Qué bien les viene a los extremistas las medias tintas de los tristes europeos. El triste episodio de las caricaturas de Mahoma ha dejado en claro que hemos claudicado de nuestros principios y estamos dejando que nos coman la merienda sin mover ni un pelo. No vaya a ser que nos tilden de fascistas por obligar a los musulmanes a que se integren, que cumplan la ley, que respeten las costumbres del país que les acoje... Sin duda es mucho pedir.