¡Dialoguen...!

Es lo que pidió hace unos años la periodista de la Ser Gemma Nierga a los políticos tras el asesinato del ex ministro socialista Ernest Lluch. Fue un síntoma de lo poco que valoran algunos la dignidad, los valores y la memoria de los muertos. También lo fue de cobardía, de falta de convicciones... algo así como "tomad lo queráis, quedáoslo todo... pero por favor, no nos matéis más".

Muchos nos llevamos las manos a la cabeza entonces. Hoy constatamos que la Nierga fue una pionera, ya que hoy no se rasga nadie las vestiduras (al menos en nuestro gobierno) por sentarse a charlar con los asesinos.

ZP traiciona su ideal (¿pero tiene ideales?) de "primero paz, y luego política", lo mezcla todo y deja claro que hablará con los batasunos aunque no dejen las armas, ni se arrepientan, ni pidan perdón... Gran estatura moral, sí señor. El otro presidente socialista de la Democracia, Felipe González, afirma hoy también que hay que hablar con el Movimiento de Resistencia Islámica (Hamas), el grupo terrorista que dirige la Autoridad Nacional Palestina (ANP). Tampoco le exige que renuncie al terrorismo o que reconozca el derecho a existir de Israel.

Y digo yo: ¿por qué no actuamos de igual forma con cualquier tipo de delincuencia? ¿Por qué nos empeñamos en dar un estatus más elevado a los terroristas? Nos huelen el miedo. ¡Fuera la Policía! ¡Que desaparezca el Ejército! ¡Destruyamos las prisiones! Sigamos la receta de Pepiño: sentémonos con todos y, mirándoles fijamente a los ojos, digámosles que tienen que cumplir las reglas del juego si quieren estar dentro del juego.

Nos siguen mintiendo. Se ríen de nosotros. Nos toman el pelo. Qué cabreo, Dios, qué cabreo.