Una esperanza para Francia

Por si alguien tenía alguna duda, pues nada, se la despejo gustoso: Nicolas Sarkozy es nuestro hombre para la presidencia francesa. No hay otra opción si queremos la mejoría del enfermo de Europa. Se necesita un cirujano de sólida formación y pulso firme, porque es una operación a vida o muerte. No queda más tiempo. O salvamos a este enfermo gigante o nos hundimos todos con él.

Sarkozy tiene todo lo que hay que tener para ocuparse de esta complicada tarea. Va por delante en todas las encuestas, una tendencia que, espero, se consolide de camino a las elecciones de mayo.

Por supuesto, no debe subestimarse a su máximo rival, Segolene Royal, que ha llegado dispuesta a darle un lavado de cara radical al anquilosado Partido Socialista. El fenómeno Royal es fundamental para que la mitad "roja" de Francia comprenda que sin cambios el país no va a ningún lado. Es decir, vendrá bien para engrasar los cambios en la siempre reacia y decimonónica izquierda, gran parte de ella nostálgica aún del estalinismo y el trotskismo.

Pero la nave debe liderarla Sarkozy, un tío con principios y convicciones lo suficientemente fuertes como para confiar en que saque adelante su ideario sin excesivos vaivenes. Todo lo contrario a Royal, famosa por decir en cada lugar y en cada momento lo que su audiencia quiere escuchar. O sea, un auténtico peligro. Empezará diciendo esto y, cuando lleguen las presiones y las movilizaciones, dirá lo otro. Y nada cambiará.

Los principales problemas de Sarkozy provienen, curiosamente, de su propio campo. El presidente, Jacques Chirac, y el primer ministro, Dominique de Villepin, se han negado a apoyar sus aspiraciones presidenciales. Incluso, amenazan con presentarse para dividir el voto.

Su otro gran problema se llama Jean Marie Le Pen, el jurásico ultraderechista que podría alcanzar el 12% de los votos. Sarkozy y Royal rondan el 35% cada uno, con ligeras ventajas del ministro del Interior, que agradecería de buen grado este apoyo extra, pero ya no puede radicalizar su mensaje ahora que estamos en la recta final de la carrera electoral. Ganará el que más apoyos arranque del centro, una misión difícil ante dos candidatos que polarizan al máximo el debate político galo.

A Sarkozy le satanizan llamándole "liberal", "atlantista" y "europeísta", de lo peor que te pueden llamar por esos apolillados lares. También es un gran amigo y admirador de José María Aznar, algo intolerable para la izquierda, que ante su preocupante falta de ideas, lo único que hace es indignarse.