España, una gran nación

* "Creo en la unidad de España, que es una gran nación". Estas palabras podían haber sido pronunciadas por nuestro querido presidente por accidente, el tal zetapé, pero no ha caído la breva. Ha tenido que ser un extranjero, gabacho para más señas, el encargado de llamar a las cosas por su nombre, mientras el presi se pierde en extrañas divagaciones sobre el "discutido" concepto de nación. Nicolas Sarkozy, conocido como el "primer policía de Francia" por su labor al frente del Ministerio del Interior galo, no se ha mordido la lengua y ha dicho alto y claro que es amigo de Aznar (¡anatema!), que España "ha dado una lección a Europa" con los avances logrados en los últimos años, que confía en la victoria de Rajoy...

La correción política probablemente le obligaba a cerrar el pico y no llamar mucho la atención dorando la píldora al primer partido de la oposición. Pero ya sabemos que por el arco del triunfo de Sarkozy han pasado ya demasiadas polémicas, demostrando que las palabras vacuas y floridas pueden ser el camino más corto hacia el favor popular (un vistazo a La Moncloa, por favor), pero que, al final, lo que marca a un político, a un partido, a una opción ideológica, es la coherencia con sus valores y sus creencias. Y no el "sí" ciego a todo lo que huela a problemas.

¿Líos con las viñetas de Mahoma? Capón a los humoristas y comprensión a los musulmanes. ¿Tensiones con Cataluña? Pues le damos los papeles de Salamanca, el castillo de Montjuic, el aeropuerto del Prat, el Estatut y (déjales tiempo) la independencia. ¿Amenazas de ETA? Claudicamos y, postrados en hinojos, suplicamos una paz "sin vencedores ni vencidos". Qué pereza de Gobierno, de verdad. ¿El exilio, por favor?